Abogados de Atocha


Ilustración de Yeye Torres @ye2draws

En la transitada Plaza de Antón Martín, en el barrio de La Latina, se encuentra la reproducción de la obra del cuadro “El Abrazo” de Juan Genovés. Son muchos los viandantes que se detienen a observar esta escultura erigida con el fin de recordar a las víctimas del atentado ultraderechista a los abogados de Atocha asesinados en la noche del 24 de enero de 1977. 


A pesar de que en el imaginario social continúa existiendo la idea de la Transición como una etapa modélica y es comprendida como un hito en la historia democrática española, lo cierto es que fue sobre todo una etapa de violencia estatal, protesta y lucha que se saldo con el asesinato de 591 personas. 


Durante la Semana Trágica de enero de 1977, en Madrid se respiraba miedo ya que a pesar de que Franco había muerto hacía tan solo un año, el sistema dictatorial de represión y violencia institucional continuaba vivo. Así fue palpable durante la tercera semana de enero del '77 cuando Mari Luz Nájera y Arturo Ruiz fueron brutalmente asesinados, sin embargo nadie esperaba que a las 22:40 de la noche del 24 de enero tres pistoleros ultraderechistas irrumpieran en Atocha 55, despacho de abogados laboralistas/sindicalistas vinculados al PCE, donde se organizaban las reuniones de Comisiones Obreras. A pesar de la ausencia de su blanco principal, el sindicalista Joaquín Navarro, los asaltantes disparan a bocajarro en el salón del despacho, dejando a cuatro personas heridas, entre ellas,  Miguel Sarabia Gil, Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, Luis Ramos Pardo y Lola González Ruiz y cinco muertos, de los cuales tres eran abogados, uno estudiante de derecho, y otro administrativo. Sus nombres eran Luis Javier Benavides Orgaz (26 años), Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco (29 años), Serafín Holgado de Antonio (27 años), Enrique Valdelvira Ibáñez (34 años) y Ángel Rodríguez Leal (26 años).


Dos días después, tiene lugar el funeral multitudinario, al que acuden más de 100.000 personas, producto de la conmoción social frente a la ola de terror que dejó a Mariluz Nájera, Arturo Ruiz y a los empleados del despacho sin vida en tan solo dos días. La masa ciudadana dejó un mensaje claro; el cambio social era imparable. 


Figura 1: El acompañamiento multitudinario a los coches fúnebres en Madrid.

Fuente: Archivo de la Transición, 1977

La Audiencia Nacional condenó a los acusados a un total de 464 años de cárcel. A los autores materiales, José Fernández Cerrá y a Carlos García Juliá, se les condenó a 193 años cada uno, y a Francisco Albadalejo Corredera, a 63. Ninguno cumplió más de 15 años y alguno de ellos trabajó posteriormente para los servicios de seguridad del Estado. El juez Gómez Chaparro se negó a profundizar las investigaciones, de manera que según denunció la acusación particular: “Faltan las cabezas pensantes. No nos dejaron investigar. Para nosotros, las investigaciones apuntaban hacia los servicios secretos”. En 1990, el primer ministro italiano Giulio Andreotti declaró que en este atentado había participado Carlo Ciccuttini, miembro de la organización secreta anticomunista Gladio, dependiente de la CIA.


Consecuencias políticas


La Matanza de Atocha fue el momento más tenso de la historia de la Transición Española donde las diferentes fuerzas progresistas crearon alianzas y tendieron puentes frente al horror del terrorismo fascista. Se celebraron multitudinarias manifestaciones contra el terror de la oleada reaccionaria al cambio. Tanto fue así que las manifestaciones por las víctimas del atentado es considerada como un momento decisivo para la legalización del Partido Comunista, entre otros acontecimientos que se sucedieron en 1977. En abril, tres meses después, la legalización se oficializó el día conocido como Sábado Santo Rojo, por ser sábado de la Semana Santa, festividad católica para así aprovechar y mitigar parte de la oposición política y militar en vacaciones. En febrero el gobierno de Adolfo Suárez ya había comenzado a legalizar otros partidos, como el PSOE o el PNV.


Figura 2: Entierro de los abogados laboralistas

Fuente: Archivo de la Transición, 1977

Una condena incumplida


A pesar de que en 1980 la sentencia de la Audiencia Nacional estableció que los cuatro condenados formaban un “grupo activista e ideológico, defensor de una ideología política radicalizada y totalitaria, disconforme con el cambio institucional que se estaba operando en España”,  lo cierto es que son muchos los tejemanejes judiciales que han conducido a que los autores materiales no cumplan la pena establecida en la sentencia dictada en 1980 imposibilitando de esta manera la reparación a las víctimas. 


El más vivo ejemplo de ello, es el caso de Carlos García Juliá, autor material de los hechos y ya en libertad a pesar de haber sido condenado hasta 2030, y cuya reducción de la pena ha sido posible debido a que este se acogió al Código Penal del Franquismo, vigente en el momento en el que se produjeron los hechos y por lo cual indicaba que no se había contabilizado la redención de penas por días de trabajo que contemplaba el Código Penal de 1973, derogado en 1995. Por lo que Juliá tan solo cumplió 14 de los 193 años de cárcel a los que fue condenado, y a pesar de que su historia carcelaria se disputa entre dos continentes, se le logró extraditar a España en 2020 donde cumplió los últimos nueve meses de pena debido a la aceptación de liquidación de pena por la Audiencia Nacional de Ciudad Real. 


Por otra parte, Fernández Cerrá con 31 años y segundo autor material de la masacre pasó 15 años entre rejas, pero en 1992 salió de prisión habiendo cursado derecho y teología y rehízo su vida en Alicante. 


Verdad, Justicia y Reparación


La ley de memoria histórica aprobada en el 2022 tras años de reivindicación  por parte de colectivos memorialísticos reconoce “el derecho a la reparación moral y a la recuperación de la memoria personal y familiar de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura”, sin embargo, no hace mención a las víctimas de la Transición española, tal y como declaran asociaciones por la memoria histórica como el Colectivo por los Olvidados de la Transición (COT) quienes denuncian que sus historias de persecución y violencia han sido en muchas ocasiones calificadas como “casos de segunda” sin prestar la atención institucional y la reparación que necesitan, y siendo en muchos casos ocultadas debajo de la alfombra en beneficio de vender la imagen de la Transición Española como una etapa modélica, memorable y pacífica. 


A pesar de el caso de los “Abogados de Atocha” contó con cierta repercusión a nivel nacional e internacional en comparación con otros como fue el asesinato de Mari Luz Nájera y Arturo Ruiz, lo cierto es que tal y como hemos podido ver, las condenas no se cumplieron en su totalidad, y el proceso contó con varias irregularidades judiciales imposibilitando la reparación a las víctimas y familiares. 


La historia de vida y militancia del brutal asesinato de los Abogados de Atocha fue relatada en cortometrajes, literatura e incluso en las canciones protesta de la época. Ellos quedaron como símbolo de una España que vivía un cambio abrupto, y que intentaron vender como rompedor, pero que resultó ser continuista con un pasado represor. La España de entonces y ahora afrontaba las oscuras sombras del fascismo, y gracias a la voz de unos muchos la democracia logró materializarse como una realidad, por el camino quedaron las luchas de otros tantos cuyos gritos fueron silenciados, y cuyas ideas nunca volveremos a escuchar. Es nuestra obligación escuchar y atender a las peticiones de aquellos que reivindican su recuerdo así como darle el espacio que merecen en la historia de la lucha por la democracia.


"Es urgente"

Es urgente pedir por esta boca,
poner los dedos en la llaga.
Pan y trabajo,
siempre se escapa el tiro
pa los de abajo.
No le saliera el tiro
por la culata.
Urgente es preguntar por los ausentes,
de su eterna prisión romper los lazos,
gritar para exigir la libertad que aspiro,
antes de que este tiempo nos quiebre entre balazos.
Sus fusiles…
Sus ametralladoras…
Por «hache» o por «be» no te dejan vivir.
Sus fusiles disparan si «hache» es:
pan para los hijos, escuelas, trabajo
o decir que basta ya de tanto asesinato.
Sus ametralladoras
sorprenden cualquier reunión, en donde
se hable del hombre y sus derechos.
Van a misa rodeados de sus hijos
y allí se dan la paz con las manos manchadas.
No saben que el amor es todo lo contrario.
Quitarnos las mordazas de la boca es
urgente, tirar al río el cinturón
a bofetadas, ay amor, de flores.
Que para limpiar la frente de sudores
bien pueden valer claveles
por pañuelo. ¡Qué dolores
para pintar el puente de otros colores!

Juan de Loxa


Paula Adriana Martínez Bernal,

alumna de Relaciones Internacionales en la

Facultad de Ciencias Políticas en la UCM.




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